El puterío es algo bien argentino. Como la birome, el colectivo, o el dulce de leche. No importa en qué época se esté, siempre hay lugar para el escándalo. El puterío argento puede ser: moral, político, deportivo o sexual, depende las circunstancias históricas que lo circunscriban. La historia argentina se ha visto siempre empañada por las necedades y ridiculeces propias de un alter EGO tan nacional como innecesario. Por estos días el puterío está más emparentado al deporte que a otra cosa (aunque si midiéramos con un puterómetro, la política y el espectáculo estarían disputándole el primer lugar). Pero vayamos al deporte, que es lo que nos concierne. En 2008 se perdió una oportunidad histórica: ganar la Copa Davis en nuestro país. ¿Razón? Guerra de celos entre el “Rey” David (Nalbandián) y el joven Del Potro, las dos figuras del equipo argentino. Hace varios años que Boca dejó de ser un cabaret, para ser… ¡un Teatro de la Calle Corrientes! Riquelmistas vs. Palermistas han opacado, a través de sus eternas “diferencias”, la rica historia copera que ellos mismos habían construido. Párrafo aparte para Riquelme vs. Maradona, quienes aparentemente no manejan los mismos códigos. El efecto dominó nos lleva a la reciente pelea (vía Twitter, la nueva sede del puterío nacional) de Alfito Basile vs. ¿Adivine quién? Sí, otra vez Maradona. El hijo de Basile acusa al Diego-de-la-gente de conspirar contra su padre, para arrebatarle el puesto de trabajo. Seguimos con el dominó. Una ficha voltea a la otra y entonces nos topamos con el escándalo más reciente: el de los Barras en Pretoria. Que los llevó Grondona, que fueron en el mismo avión de casualidad, que los llevó Bilardo, que los llevó… ¿Adivine quién? Acertó: ¡otra vez Maradona! Ejem, Diego, vos también: ¡estás en todas!
Lo cierto es que se viene el Mundial y el debut de la Selección en Sudáfrica 2010. Nadie pone en duda el liderazgo y la experiencia de Maradona, las ganas y el sacrificio de los jugadores (aunque viven de lo que les gusta y por eso ganan millones de euros), el aliento de los barrabravas (aunque a veces confundan alentar con golpear o matar al hincha contrario), la organización de la delegación argentina enviada por la AFA (aunque cobren millones de euros por los sponsors mientras el fútbol del Interior es cada vez más pobre) ni el éxito o la capacidad de adaptación ante las adversidades que el argentino luce con orgullo y prestancia en todas partes del mundo. Pero de algo podemos estar bien seguros: en puterío, nadie nos gana.
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